Tres puntos perdidos, un tiempo regalado.
Hoy sólo puedo empezar escribiendo lo orgulloso que me siento, cada día que pasa, de ser hincha de Millonarios, de pertenecer a esta familia que hace 19 años no gana nada, pero que con todo y eso sigue siempre presente y acompaña siempre a todos lados. Creo que ninguna otra hinchada en el mundo acompaña como esta.
Qué caravana masiva de gente se vio por las carreteras boyacenses el día de ayer!! Desde muy temprano buses y carros particulares con gente millonaria invadieron la autopista norte hacia Tunja, sin importar si el partido iba por TV, sin importar si era sábado, sin importar nada. Ayer escuché una frase muy cierta "el que no viaja a Tunja sencillamente no existe".
Si el estadio no se llenó fue porque el Chicó no le vendió el 100% de la boleteria a Millonarios y dejó una tribuna para la parcial ajedrezada que obviamente nunca se llenó.
Del partido se puede decir que el autor intelectual de la derrota es Osorio, quien literalmente le regaló al rival los primeros 45 minutos al hacer cambios en la formación titular sin éxito. ¿Para qué sentó a Jonathan Estrada si el pasado miércoles con Ciciliano lo hicieron bien juntos? No lo entiendo. Y así, entre ese primer tiempo mediocre, llegó el gol mediocre del rival mediocre y gracias a un error mediocre. Pase gol de Ervin González a un jugador de Chicó, que sacó un remate de larga distancia, Cuadrado reaccionó muy tarde y casi que ni se estiró, fue el primer gol que Chicó le anota a Millonarios en tunja, y que a la postre generó la primera victoria de los ajedrezados sobre los embajadores en toda la historia.
Para el segundo tiempo entró Estrada, y Millonarios volvió a jugar como nos tiene acostumbrados, desde el principio el rival quedó arrinconado, y la falta de definición nos volvió a castigar. Minutos más tarde Osorio ingresó a Briceño y sacó a Ciciliano, y Millonarios quedó con 10. Si bien Ciciliano era intermitente, sobre todo en el primer tiempo, Briceño nunca jugó, nunca se vio. Los jugadores de Chicó se dedicaron a desesperar a Millonarios quemando tiempo y tirándose al suelo fingiendo lesiones, amparados por el pésimo arbitraje. Así llegó el final, tres puntos que en las cuentas eran fijos y que comprometen la clasificación a las semifinales. Y una derrota bastante dolorosa puesto que el rival nunca nos había ganado (la primera vez es la que más duele, dirían las niñas) y porque en Tunja hay que ganar siempre, porque siempre somos locales, porque ese estadio sólo se llena cuando juega Millonarios.
Viene La Equidad este miércoles, el colero, y ganarle es una obligación para seguir en carrera y disputar el clásico capitalino con Santa Fe el próximo fin de semana, con los rojos llegando ofendidos y con sed de venganza por la goleada recibida en el clásico anterior. Todavía dependemos de nosotros mismos, y ya no salimos de Bogotá. No hay disculpas.