marzo 22, 2007

Crónica de una noche soñada

Algunos dirán -y tal vez con razón- que el partido con Medellín de hoy no era revancha de nada porque ahora sólo se jugaban 3 puntos y aquella tarde macabra de Diciembre del año anterior se jugaba el paso a la gran final. En lo personal, para mí este partido sí tenía tintes de revancha, puesto que aquella tarde de Diciembre una gran ilusión se tumbó por la mercenaria actitud del hoy jugador del Medellín Juan Fernando Leal, quien "se paró" argumentando atraso de pago y con el otros tantos que hoy gracias a Dios ya no hacen parte del plantel. Ellos se pararon y el DIM nos metió 4 y le dio la clasificación al Cúcuta, a la postre campeón. Esta era la noche para devolverle a Leal y sus 11 "amiguitos" el favorcito de esa tarde.

Me dijo un amigo cuando íbamos camino a El Campín "Anoche soñé una goleada, por eso tengo tantas ganas de ir", y cuando le pregunté cuál había sido el marcador de su sueño, me dijo: 3-1. Lo único malo del sueño del hombre fue que íba bien, pero se despertó demasiado rápido, sólo soñó con el primer tiempo.

Si antes se le criticó al equipo su falta de definición, hoy fue totalmente lo contrario. Efectividad máxima, sobre todo en los primeros 25 minutos, cuando Millos llegó tres veces y fueron los tres goles. Villagra saltó más que la defensa luego de un centro de Estrada y a los 6 minutos empacó el primero. Y 10 minutos después, el paraguayo, quien debutaba en Bogotá con la camiseta albiazul, aprovechó una terrible desconcentración de la defensa rival y empacó el segundo. ¡¡¡Qué manera de ganarse a la hinchada!!!

Los siguientes minutos fueron, tal vez, lo único presentable del equipo visitante, que con muchas ganas se volcó y atacó con rapidez la zaga embajadora, que logró aguantar ese pequeño vendaval sacando absolutamente todo. Y en el punto máximo que mostró el visitante, el capitán Quintero se inventó una gran jugada individual y con un remate cruzado al palo empacó el tercero. Bien merecido para el capi, muy buen jugador, comprometido con la causa y que siempre tuvo en los arqueros rivales y en los postes a los enemigos para no poder celebrar antes un gol con Millonarios.

Tres minutos después llegó el descuento por la vía del penal, luego de una falta de Conde (de gran partido). Eso fue lo único que hizo el Medellín en Bogotá, aparte de escuchar el "ole" en las tribunas y los constantes silbidos e insultos -bien merecidos por demás- para Leal.

Así se fue el primer tiempo, y mi amigo me recordó de nuevo "¿si ve? Yo le dije que 3-1".

Medellín confiaba en hacer un buen papel en el segundo tiempo, pero otra vez bien tempranito todo se les fue abajo. Una gran jugada de pelota quieta terminó en cabezazo a quemarropa de Villagra, soltó el arquero, vino un rechazo al lateral, nuevo centro, tiro de nuevo que suelta el portero y ahí estaba Telembí que cogió el rebote y empacó el cuarto para desencadenar la fiesta y al mismo tiempo provocar la expulsión del técnico rival por protestar.

Y el Nemesio fue un carnaval, desde todas las tribunas se escuchaban cánticos distintos, el ole de todas partes, las constantes incursiones ofensivas que dejaron como balance un disparo de Villagra en el horizontal (casi el hat-trick) y una opción despilfarrada increíblemente por Robayo luego de un pase de la muerte muy al estilo del fútbol europeo. Con el baile, le dije a mi amigo "Hermano, sólo falta que expulsen al hijo de puta de Leal, para que sea la noche perfecta".

Vinieron los cambios y el partido bajó en ritmo. Ervin, Briceño y Ciciliano, quien se lesionó apenas entró, fueron los ingresados, Estrada, Villagra y Telembí, para los aplausos, fueron los sustituidos.

Y minutos después, lo esperado, patadón de Leal y tarjeta roja. Adios mercenario, adios puto. Todo el estadio se puso de pie sólo para putear e insultar al paisa en su trayecto hacia el camerino sur. Los que estaban al lado me miraron y me dijeron "si señor, la noche perfecta".

Transcurrieron los minutos y con ellos el baile, toque para todos lados y "oles" desde todos lados. Sólo faltaba el quinto gol, que nace de un gran pase de taco de Ciciliano para Briceño y el zapatazo para "inflar la malla" del arco sur. Muy bien por Briceño que necesitaba este "espaldarazo" para quitarse la sal y la ansiedad, puesto que con Quindío se había comido unos increíbles.

Muy buena la actitud de los asistentes, en Norte, Oriental y Occidental todos cantaron, y esta vez no se escucharon comentarios negativos. Como debe ser siempre, toda la hinchada se unió en un sólo ole, en un sólo canto, en un grito (o cinco) de gol, como debe ser siempre. Tal como dice el cura en la misa dominical "Que todos seamos una sola familia para GLORIA TUYA".

Fue la noche soñada, la noche perfecta, los casi 25000 asistentes (¡sí, 25000, y Millos empezó el partido en el puesto 16 de la tabla, eso es demostración de cariño y fidelidad!) salimos todos contentos. Una lástima que mi hermano, compañero fiel en la tribuna, no quiso ir esta vez, gracias a su negligencia. Hasta altas horas de la noche se escucharon en la ciudad los carros pitando y la gente cantando. Esta hinchada necesitaba de esto, la prueba reina de que equipo tenemos y que los buenos procesos siempre traen resultados, así algunos tipejos traten de dañarlos desde sus micrófonos.

Sin contar el 5-3 al pasto aquel lunes santo de 2004, la última gran goleada de Millonarios anotando 5 goles se remontaba al 3 de marzo de 2002, cuando el Millos de Kozanovic, Sebastián López y Jaramillo le ganó 5-0 al Quindío.

Millonarios ascendió al noveno lugar, a 6 puntos del primero, se viene Pereira, colero del campeonato, gran ocasión para continuar con el impulso y llegar, en 10 días, al clásico capitalino con todas las energías.

Mi amigo tuvo un sueño, y se le cumplió... pero sólo soñó 45 minutos. Si se sueña los 90 creo que no llegaba a trabajar esta mañana y lo echaban. Lo único a que atiné a preguntarle al final fue "Viejo, usted por casualidad no se ha soñado un 7-0 a Nacional?" ¡Qué tal que soñara cosas como estas todos los días!

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